(nota: texto escrito en ocasión de mi jubilación especial del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores de Venezuela)
Tras dedicar 22 años, 4 meses y 15 días de mi vida al trabajo en la Cancillería, afirmo que laboré para y por Venezuela; para y por el Estado venezolano. Siempre me guié por sólidos valores y principios: la responsabilidad, el respeto, la prudencia, la integridad, la cooperación y, en especial, la honestidad.
Concluyo este capítulo de vida profesional con la frente en alto, con el espíritu de lucha y el ánimo de seguir trabajando por Venezuela en otros ámbitos. Con ello espero contribuir, en la medida de mis posibilidades, para que llegue a ser el país próspero, desarrollado y verdaderamente incluyente que merece ser.
Vale una mención destacada a la cultura, toda vez que dediqué buena parte de mis esfuerzos a este sector en el contexto de la política exterior. Viví grandes e importantes momentos de gestión cultural en la Cancillería. Sin embargo, hoy día este transversal aspecto se ha visto, en lo institucional, tristemente disminuido. Deseo que esta postura sea un episodio pasajero y se tomen decisiones acertadas en aras de convertir la cultura en una herramienta fundamental de las relaciones internacionales.
Me siento afortunada, asimismo, porque durante estos años, salvo en algunos momentos atribulados, trabajé directa e indirectamente con personas especiales – obreros, administrativos, diplomáticos y empleados locales -. Resalto significativamente dos personas que no se encuentran entre nosotros, y quienes cuentan con mi eterno recuerdo: Teresa Aponte Castro y Germán Nava Carrillo.
Agradezco infinitamente a Dios; ha sido un privilegio, y un aprendizaje.
Caracas, 15 de julio de 2010
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