sábado, 22 de enero de 2011

Fin de un capítulo

(nota: texto escrito en ocasión de mi jubilación especial del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores de Venezuela)



Tras dedicar 22 años, 4 meses y 15 días de mi vida al trabajo en la Cancillería, afirmo que laboré para y por Venezuela; para y por el Estado venezolano. Siempre me guié por sólidos valores y principios: la responsabilidad, el respeto, la prudencia, la integridad, la cooperación y, en especial, la honestidad.

Concluyo este capítulo de vida profesional con la frente en alto, con el espíritu de lucha y el ánimo de seguir trabajando por Venezuela en otros ámbitos. Con ello espero contribuir, en la medida de mis posibilidades, para que llegue a ser el país próspero, desarrollado y verdaderamente incluyente que merece ser.

Vale una mención destacada a la cultura, toda vez que dediqué buena parte de mis esfuerzos a este sector en el contexto de la política exterior. Viví grandes e importantes momentos de gestión cultural en la Cancillería. Sin embargo, hoy día este transversal aspecto se ha visto, en lo institucional, tristemente disminuido. Deseo que esta postura sea un episodio pasajero y se tomen decisiones acertadas en aras de convertir la cultura en una herramienta fundamental de las relaciones internacionales.

Me siento afortunada, asimismo, porque durante estos años, salvo en algunos momentos atribulados, trabajé directa e indirectamente con personas especiales – obreros, administrativos, diplomáticos y empleados locales -. Resalto significativamente dos personas que no se encuentran entre nosotros, y quienes cuentan con mi eterno recuerdo: Teresa Aponte Castro y Germán Nava Carrillo.

Agradezco infinitamente a Dios; ha sido un privilegio, y un aprendizaje.


Ana María Pigna Trujillo
Caracas, 15 de julio de 2010
           

jueves, 13 de enero de 2011

Burrocracia

Henry Mintzberg, académico canadiense autor de los diseños de las organizaciones, no habría pensado que la distintas acepciones a sus planteamientos hubiesen derivado en algo denominado “burrocracia”. Con las debidas disculpas a la noble especie equina, me refiero con el vocablo a una de las peores distorsiones de una estructura organizativa, al verse signada por contradicciones, ineficiencia, demoras, absurdos y, por supuesto, corrupción.

Este lamentable panorama puede observarse particularmente, tal como lo describo, en pleno desarrollo de la administración pública central del gobierno venezolano. Hay escasos casos que se salvan para fortuna de los ciudadanos y la nación, pero la mayoría de las instituciones  parecen protagonizar con orgullo tal situación. En mi opinión, se acogen a un lema que rezaría “por qué hacerlo fácil si se puede hacer difícil”.

Se evidencia, por ejemplo, un destacado uso del internet como herramienta para supuestamente facilitar los trámites administrativos. Ello puede enmarcarse en la tendencia de los gobiernos en línea o e-governmet. Sin embargo, vale preguntarse cuántas personas tienen acceso directo, facilidades, conocimientos y/o posibilidades reales para ello, a fin de poder acometer con cierto éxito tales gestiones. Además, los portales de internet de los distintos organismos, incluyendo regionales y municipales, muchas veces no son tan amigables y requieren de cierta habilidad para comprender los procedimientos necesarios. A la final, lo que se supone ha de ser trámites accesibles y expeditos se convierten en una verdadera molestia y perturbación.

Otro aspecto a destacar en este contexto se trata, desde mi punto de vista, de la discrecionalidad de las funcionarias y los funcionarios. Con frecuencia ello se traduce en arbitrariedad  y obstaculización, toda vez que tal no es muchas veces sinónimo de sensatez o moderación, sino más bien en un “si me da la gana”. Esperaría que muchos funcionarios públicos, particularmente seguidores del gobierno, leyesen con atención el folleto “Contra El Burocratismo” del Che Guevara, a ver si reconsideran un poco su gestión.




Ana María Pigna Trujillo
Caracas, 7 de enero de 2011